8.5.07

Blancos, lindos, derechos, humanos



Por Mariano Blejman para Página 12

La publicidad trabaja sobre el deseo: si uno obtiene lo que le falta, de sopetón es feliz. La felicidad, es sabido, se puede comprar. La tele, se supone, trabaja sobre el espejo, dicen los estudiosos: “nos representa”, “muestra lo que somos”. ¿Qué somos? Porque el producto se mercadea, las ganancias por venta de objetos ligados al programa televisivo duplican la pauta publicitaria. Vienen juntos. Un bunker de guionistas remoza los deseos para convertirlos en historias digeribles; propone una televisión publicitaria: “Nosotros no somos eso, pero nos gustaría serlo”, dice el público. ¿Qué somos? Ojos claros. Raros peinaditos. Tez blanca. Una estética brillante que encandila. Desde que la tira joven de la tarde existe (Pelito, Clave de Sol, Rebelde Way hasta el lúcido e idiotizante paroxismo de Ricos y mocosos del 9), la tele apostó a una tipología de adolescencia que exacerba el europeísmo sobre todas las otras minorías; salvo contadísimas excepciones donde la minoría es también algo así como curiosidad. Los morenos no existen. Los negros menos. La pobreza es casual y siempre se puede resolver entre tandas. Lo feo se arregla con tiempo. Y, mientras tanto, el afuera sigue andando sin poder comprarse nada. Ya ni siquiera quedan resquicios de marginalidad en la ficción de la noche. Ya pasó la crisis. Ni Okupas ni Tumberos ni Disputas tienen sentido cuando las arcas están llenas. Ni la generación C, la que se pegó el palo en Cromañón, tiene pantalla. Apenas quedan las Topper descalzas. Ni aquella tele que “representa” ni “ésta” de la tarde que pretende publicitar las ganas de ser han podido llevar al desplazado a un lugar de consumo mediatizado. ¿Qué somos? La representación mediática vendía presente cuando podía tocar de cerca. Pero ahora que se ve tan lejos, ahora que la pobreza se ha desmediatizado, las tiras de la tarde muestran lo que se termina queriendo ser. Una peruanización de la estética televisiva. Todos somos blancos, lindos, derechos y humanos. Y a cobrar.