30.10.07

Activando Autonomías

(…)Pero la pregunta que debemos hacernos es, sobre todo, ésta: ¿qué cosa es la riqueza? Es sobre este plano que el capitalismo venció la batalla del siglo XX.

¿Riqueza significa quizás acumulación de cosas, apropiación de valor financiero, poder adquisitivo? Esta idea de la riqueza (que es propia de la ciencia triste, la economía) transforma la vida en carencia, en necesidad, en dependencia. No tengo la intención de hacer un discurso de tipo ascético, sacrificial. No pienso que la riqueza sea un hecho espiritual. No, no, la riqueza es tiempo: tiempo para gozar, tiempo para viajar, tiempo para conocer, tiempo para hacer el amor, tiempo para comunicar.

Es precisamente gracias al sometimiento económico, a la producción de carencia y de necesidad que el capital vuelve esclavo nuestro tiempo y transforma nuestra vida en una mierda. El movimiento anticapitalista del futuro en el cual yo pienso no es un movimiento de los pobres, sino un movimiento de los ricos. Aquellos que sean capaces de crear formas de consumo autónomo, modelos mentales de reducción de la necesidad, modelos habitables a fin de compartir los recursos indispensables serán los verdaderos ricos del tiempo que viene. A la idea adquisitiva de la riqueza es necesario oponer una idea derrochativa, a la obsesión es necesario oponerle el goce.




19.10.07

Buscando a Clara

10.10.07

La Mirada del Muerto



La mirada es un encuentro, un en-medio que se convierte en comienzo de algo más, la posibilidad de encontrar en ese Otro lo que también hay en mí; lo que en mí no encuentro. La mirada de un muerto es ya un quiebre en el comienzo del encuentro: una de las partes está ausente. Sólo lo que ha muerto del cuerpo nos mira sin mirarnos. Por lo tanto, no queda otra posibilidad que intentar completar la parte que le corresponde a ese Otro que ya no es, que ya no está como tal, sino como residuo de sí. Tarea imposible. Cualquiera sea el resultado, no será un encuentro sino el remiendo de una posibilidad fracturada del encuentro. ¿Qué nos dicen los ojos del muerto? No dicen nada, más que lo queramos suponer, imaginar, construir, recordar. El muerto nos entrega su mirada para que nosotros sigamos mirando aquello que él ya no podrá hacer experiencia. La carga en el devenir heraldos de una mirada que está más allá de toda mirada, de todo encuentro, es angustiante. Nos falta el Otro que nos de el sentido de todo aquello. Se trata de superar esa angustia que nos congela, que nos aprieta aprisionándonos, buscando nuevos encuentros, siempre incompletos, a menudo truncados por la fatalidad, la cobardía, la desesperanza. En fin, el vivir. Pero esos Otros están ahí. Y nosotros estamos para algún Otro. Se trata de escapar a la mirada vidriosa como objeto sacralizado, como fuente de melancolía, de tristeza. Se trata de seguir en el camino, transformando aquellas palabras finales de Kerouac para decir(nos): pienso en Ernesto, y hasta pienso en el último Ernesto, ese amigo al que nunca encontramos, sí, pienso en Ernesto Guevara.

9.10.07

El Sueño del Muerto




En estos días de conmemoraciones, recuerdos, bendiciones y anatemas, han venido a mí algunas ideas en torno a las imágenes de un muerto que resulta tan imponente en su mortalidad, en su finitud – porque en buena parte ese cuerpo así ha sido (re)construido -, que la muerte se vuelve espejo y nos devuelve algo, cosa rara para algo tan mezquino, absoluto y final.
Pienso en las fotografías, aquellas que nos dicen que el muerto está muerto, y a su vez lo transforman, lo multiplican en miles de otros cuerpos y sus infinitas posibilidades. Pienso y viene a mí una idea, una pequeña tentación pseudoliteraria. Pienso en el cuento de Cortázar, La noche boca arriba, y como un rompecabezas elijo armar mis piezas como vienen, como se me han presentado. La foto del cadáver del Che en la escuelita de La Higuera, siendo examinado por un grupo, entre los que se encuentran sus verdugos, quienes no pueden salir de su perplejidad ante la enormidad del hecho. El gesto tecnicista del oficial a cargo de señalar con dedo nervioso el estigma de la herida mortal no alcanza a explicar aquello que los rostros revelan: la imposibilidad de entender del todo bien qué ha sucedido. La muerte ha transformado al cuerpo sólo para radicalizarlo. Algo intuyen esos rostros, que apenas sospechan algo más allá del horizonte de su pequeña y mísera victoria. La obra de Rembrandt, La lección de anatomía, donde el espectáculo científico a cargo del Comendador Tulp gira sobre el cuerpo del criminal ejecutado en la horca poco antes. El uso médico-científico del cuerpo a la vez redime y sentencia ese mismo cuerpo. He aquí un delicuente, el bien que no hizo en vida lo hará en su muerte sirviendo de objeto a la autoridad/ciencia. Esta basura es, después de todo, aprovechable. Los notables parecen estar divididos entre su necesidad de satisfacer la curiosidad, y la de tener un lugar en aquella singular demostración de saber. Ellos son el saber, y el saber se impone sobre el cuerpo, lo disecciona, lo observa, saca sus conclusiones. Pero hay distancia: el contacto entre el cuerpo/criminal y los cuerpos del saber se da mediatizado por el instrumento quirúrgico del maestro de ceremonias. Se mira y también se toca, sin tocar.
Pienso en estos dos cuerpos, ambos sostenidos por una superficie más o menos precaria – la mesa de disección, la mesa de lavandería -, ambos amortajados por las miradas de quienes insisten en sacar conclusiones de sus muertes. ¿Y si fuera un sueño de muertos? ¿Se están soñando el uno al otro? ¿Quién sueña a quién? ¿El criminal holandés del siglo XVII se sueña un guerrillero en alguna lejana selva, sabiéndose líder de sus hombres, sabiéndose también condenado, hambriento, sediento, con el aliento cortado por el asma y la pesadez tropical que no da descanso, con los perros de la guerra cada vez más cerca? ¿O es el guerrillero de la selva boliviana el que se sueña un criminal holandés del siglo XVII condenado a la horca, que espera en alguna celda húmeda y pétrea, asediado por los piojos y las pulgas y las ratas, sediento y hambriento, congelado en el tiempo mientras se acerca su muerte? Una rara sensación aquejará a ambos, la certeza de saberse perdidos de una forma o de otra; la ilusión de permanecer sin estar, sin ser siendo otra cosa. Su noche boca arriba ha terminado, la nuestra apenas empieza. ¿A quién soñamos nosotros? ¿Y quién, a cambio, nos sueña? Perdidos en nuestras selvas, con el escalofrío que nos recorre al pensar el momento en que un dedo ejecutor se nos hunda en la herida dejada por la llaga de la historia, de las pequeñas historias, de esas que fluyen como corrientes subterráneas. Arriba, la pena, el olvido, el estigma. Y la tierra negra, como los sueños. Y la tierra roja, como la sangre. Y la sangre, que pide - sigue pidiendo - la libertad.


3.10.07

El Amor es el Diablo - Norah Lange



El sol se había caído
con las alas rotas
sobre un Poniente.
Tus ojos se llenaron de crepúsculos pálidos.

Vino el vacío eterno de tu presencia
y todas mis horas se llenaron
de distancias.

Tus lágrimas se deslizan
por la pendiente de un recuerdo.
El rosario de tus besos
de tus huellas
aguarda tus pasos.
Vuelve.
Acaso en tu ventana
un verso mío se desangra.

-------------------------------------------------------

En nuestros labios quisieron enarbolarse
como ponientes los gritos.
Luego, los horizontes se romperán como
cuerdas y mi corazón vendrá a mí de nuevo.
Mi corazón ¡tantas veces ido!


Norah Lange (1905 – 1972)

Más poemas de la autora, acá



Etiquetas: ,