El Escudo de Arquíloco
Ayax portando el cuerpo de Aquiles
Queremos destruir todos los monumentos ridículos "a aquellos que han muerto por la madre patria" que se nos aparecen en cada pueblo, y erigir en su lugar monumentos a los desertores. Los monumentos a los desertores representarán a todos aquellos que murieron en la guerra, pues cada uno de ellos murió maldiciendo la guerra y envidiando la felicidad del desertor. La resistencia nace de la deserción.
Partisano antifascista, Venecia 1943.
Enfrentado al riesgo de morir a manos de los tracios, el poeta Arquíloco prefiere abandonar sus armas para seguir viviendo. De este modo, antepone el valor de su propia vida, y en general, de la vida humana, al ideal heroico que Grecia exige a sus soldados. Al negarse a disfrazar "a las víctimas como mártires", Arquíloco inaugura con su gesto un modelo de pensamiento que, como el grotesco recuperado por Bajtín, nunca pasó a formar parte del canon clásico que el Renacimiento elaboró y legó a la cultura occidental. Un modelo de cuya estirpe apenas si habrían quedado algunas huellas, como la estremecida exclamación de Sebastián Castellión ante el asesinato de Servet, perpetrado por Calvino: "Matar a un hombre no es defender una doctrina", dijo. "Es matar a un hombre".
Como Bajtín en el ámbito de la estética, Juan Aranzadi podría estar recuperando con El escudo de Arquíloco una ética clásica no canónica, capaz de fundamentar la felicidad, no en el honor o la valentía, no "en el diálogo o, mucho menos, el enfrentamiento violento", sino en el hecho de "huir, desplazarse, cambiar de lugar y de gente, irse a vivir con otro grupo", hasta disolver cualquier "ilusión de pertenencia a un pueblo"
La entrevista a Juan Aranzadi, acá
Queremos destruir todos los monumentos ridículos "a aquellos que han muerto por la madre patria" que se nos aparecen en cada pueblo, y erigir en su lugar monumentos a los desertores. Los monumentos a los desertores representarán a todos aquellos que murieron en la guerra, pues cada uno de ellos murió maldiciendo la guerra y envidiando la felicidad del desertor. La resistencia nace de la deserción.
Partisano antifascista, Venecia 1943.
Enfrentado al riesgo de morir a manos de los tracios, el poeta Arquíloco prefiere abandonar sus armas para seguir viviendo. De este modo, antepone el valor de su propia vida, y en general, de la vida humana, al ideal heroico que Grecia exige a sus soldados. Al negarse a disfrazar "a las víctimas como mártires", Arquíloco inaugura con su gesto un modelo de pensamiento que, como el grotesco recuperado por Bajtín, nunca pasó a formar parte del canon clásico que el Renacimiento elaboró y legó a la cultura occidental. Un modelo de cuya estirpe apenas si habrían quedado algunas huellas, como la estremecida exclamación de Sebastián Castellión ante el asesinato de Servet, perpetrado por Calvino: "Matar a un hombre no es defender una doctrina", dijo. "Es matar a un hombre".
Como Bajtín en el ámbito de la estética, Juan Aranzadi podría estar recuperando con El escudo de Arquíloco una ética clásica no canónica, capaz de fundamentar la felicidad, no en el honor o la valentía, no "en el diálogo o, mucho menos, el enfrentamiento violento", sino en el hecho de "huir, desplazarse, cambiar de lugar y de gente, irse a vivir con otro grupo", hasta disolver cualquier "ilusión de pertenencia a un pueblo"
La entrevista a Juan Aranzadi, acá
2 Comments:
¿Existe algún ideal o alguna causa (llámese bandera, religión, etc.) por la que valga la pena morir/matar?
No lo creo.
Ideas sobre ideologías mejor!
Y por una democracia más democrática también!
Yo creo que no. Y sí creo que hay razones para vivir. A veces ser cobarde requiere de mucho valor, porque uno corre el riesgo de perderlo todo.
Publicar un comentario
<< Home